Me asusto cuando estás lejos y también cuando te acercas
me asustas tú o mi propia cabeza.
Recuerdo los ojalás y los malditasea
y quizá me equivoque, pero creo que los voy a echar de menos.
Entraste donde no había salida y aún así lo conseguiste,
saliste evaporándote y desapareciendo por el más pequeño de los recovecos.
Ahora el cerrojo está echado,
aunque siempre supiste abrirlo, y de nada sirven mis esfuerzos ya.
Suspiraré cada vez que me sobren razones,
tragaré cuando me toque,
y es probable que también llore al olvidarte,
porque para eso hay que romperse la cabeza pensándote primero.
Prometo arañar mis recuerdos y tratar de acabar con ellos,
pero dame aire cuando lo necesite,
acaricia de vez en cuando el "nosotros"
y no olvides darle un beso de buenas noches a la felicidad de mi parte.
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