Las palabras más importantes no se gritan, se susurran al oído.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Déjame escribirte

Déjame que te escriba. Los dos sabemos que si no te escribo, no eres, o mejor dicho, eres, pero distinto. Aquí en el papel soy yo quien te inventa, quien te pone o te quita más estupideces de la cuenta.

Te escribo con mirada bonita y ojos no tanto, con sonrisas solo para mí y lágrimas secas. Ahora, o en cualquier otro momento en el que gaste tinta para ti, yo te escribo y te describo con abrazos para gastar en el momento adecuado, con mirada soñadora, pero no demasiado ambiciosa, mirada justa. Te pinto valiente y sin miedos; excepto en el amor, luchador pero sin venganzas, astuto, y honesto. Impredecible en casi todo y predecible en lo mejor, en lo que siempre espero y siempre me das. Sin humo, sin fuego, sin nieblas, maquillaje o mentiras, real. Reservado para lo que debes y excesivo solo en las bobadas. Te escribo invitándome a cafés, calor y buenas tardes de cine en el sofá, prestándome tu abrigo o abrazándome para robarme el frío, patinando, bailando, jugando conmigo.

Te caligrafío con buena letra y buena perspectiva, tanto que cuando dejas de ser palabras y pasas a ser tú, tú, distinto, me tropiezo y caigo con la realidad a cuestas. Déjame que te escriba junto a mí, aquí, déjame borrarte imperfecciones y sustituirlas por caprichos, déjame escribirte como eres solo para el papel, y como eres tan solo para mí.






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