Las palabras más importantes no se gritan, se susurran al oído.

domingo, 18 de mayo de 2014

Un camino de dos salidas

Era bonito cuando miraba atrás y sabía que eso ya no volvería, que no lo tendría que volver a ver, que no se repetiría nunca más. Qué bonito era.

Qué pretendo hacer ahora, si lo mismo que veo echando la mirada atrás lo veo en frente. Cómo avanzar sabiendo que un paso más es lo mismo que uno menos. ¿Quién hizo un único camino y en linea recta? ¿A quién se le ocurrió semejante tontería? Estoy atrapada en un sitio con dos salidas, una en cada dirección y ninguna la correcta.

Y no me hace falta nadie que tome mi mano y me dirija al final, porque el final lo conozco perfectamente, no, eso no me serviría. Quizás lo que busque sea alguien que me tape los ojos con sus manos y me haga ver un final distinto, que me acerque hasta él, y me demuestre que ya no es el mismo que antes.

Puedo imaginarme dos manos grandes y rasas apagando la luz que deslumbra mis ojos, siguiendo mis pasos a escasos centímetros de mí, pero sosteniéndome de tal manera que lleva el rumbo sin que ninguno de los dos nos caigamos. Él hará de ojos y timón, y yo tan solo de motor. Sería perfecto. Puede que al llegar me susurre al oído un par de cosas y se detenga delante de mí, o puede que descubra mis ojos a la vez que cubre mi boca, o puede que tan solo me deje contemplar con distintos ojos el final de la dirección que tomamos juntos.






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