Las palabras más importantes no se gritan, se susurran al oído.

viernes, 17 de mayo de 2013

La alta cocina.

Una vez me contaron que el desprendimiento de alguna de las pestañas que cuelgan de mis cansados párpados me permite pedir un deseo tras soplarla. ¨Tu sueño se cumplirá si no vuelves a ver esa pestaña¨, al menos, eso me dijeron.

Aquella simple bobada, fue la bobada que me cambió la vida. Cada vez que se me despega una de mis muchas pestañas, la coloco con delicadeza en el dedo índice de mi mano izquierda, la contemplo unos segundos mientras mi mente elige uno de entre sus muchos deseos, y la soplo como si mis labios fueran el genio de una lámpara maravillosa.

A medida que pasan los días, me voy preguntando cuando se hará realidad aquello que pedí a una insignificante pestaña. Suena patético, pero mantengo mi esperanza. Una esperanza que alimento a pocos con las pequeñas ayudas que presto, los pequeños esfuerzos, que tal vez algún día sean lo suficientemente fuertes para dar un pequeño empujón a ese soplido deseoso de su capricho.

Tiene gracia, pero yo sí creo que los sueños se hacen realidad. Pero también creo que el aliento que desprendemos al soplar no contiene los ingredientes necesarios para cocinar nuestro deseo. Por ello aquellas palabras que en su momento me dijeron, consiguieron cambiarme la vida, poque cada día añado más ingredientes a la receta, y más especias al fuego. Todo se cuece a fuego lento.


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