Las palabras más importantes no se gritan, se susurran al oído.

viernes, 24 de octubre de 2014

Soñar

Dicen que los sueños son como historias pero contadas del revés.

Yo la recuerdo a ella, con un vestido rojo, largo, de seda, que hondeaba con cada sacudida del viento, su larga melena castaña corriendo de aquí para allá constantemente, sus ojos del color y el sabor del azúcar moreno, y su sonrisa, oh sí, su enorme sonrisa, más bonita aún que el lugar donde se encontraban. Un campo verde se extendía ante ellos,  un tímido sol asomando entre las nubes y cuatro hojas marrones tendidas en el suelo como desgracia de la estación que era. El tiempo no avanzaba, era un granito de arena más grande que el orificio del reloj.

Él no era uno cualquiera, sonreía, sonreía porque lo sabía, los dos lo sabían. Su ropa jamás la olvidaré, unas zapatillas negras con cordones de doble lazada, unos vaqueros algo desgastados y una camisa azul marino que parecía hecha especialmente para él. Su melena desaliñada y suave era la textura favorita de ella, sus abrazos su rincón preferido y su mirada el mejor horizonte que contemplar.

Jugaban, sonreían, corrían campo a través, entrelazaban sus manos y tropezaban juntos cayendo sobre el mullido colchón de hierba. Se susurraban secretos con la mirada y se comían sus penas a besos. Juntos parecían un cuadro pintado con acuarela; color hierba, color cielo, color nube, color beso, color ellos.

¿Qué será de este cuadro cuando saluden mis ojos y se suban las persianas?


"Voy a cerrar los ojos en voz baja, voy a meterme a tientas en el sueño" y voy a confiar en no amanecer más hasta que la realidad supere a mis sueños. Buenas noches. 


viernes, 17 de octubre de 2014

Cerrada con dos vueltas de llave

Me asusto cuando estás lejos y también cuando te acercas
me asustas tú o mi propia cabeza.
Recuerdo los ojalás y los malditasea
y quizá me equivoque, pero creo que los voy a echar de menos.

Entraste donde no había salida y aún así lo conseguiste,
saliste evaporándote y desapareciendo por el más pequeño de los recovecos.
Ahora el cerrojo está echado,
aunque siempre supiste abrirlo, y de nada sirven mis esfuerzos ya.

Suspiraré cada vez que me sobren razones,
tragaré cuando me toque,
y es probable que también llore al olvidarte,
porque para eso hay que romperse la cabeza pensándote primero. 

Prometo arañar mis recuerdos y tratar de acabar con ellos,
pero dame aire cuando lo necesite,
acaricia de vez en cuando el "nosotros" 
y no olvides darle un beso de buenas noches a la felicidad de mi parte.