cuando yo ya miraba lejos, a otro lado,
se derrumbaron los muros de tus conceptos, de tus ideas
hasta entonces inamovibles.
Y el estruendo me hizo girar la cabeza atrás,
verte tirado en el suelo de tu hogar lleno de escombros,
con la mano tendida a la infinita esperanza
apuntando a mi mano.
Mi puño se aflojó y no pude evitar
que mi compasión extendiera mi mano
llena de dudas de nuestro pasado.
Te sostuve con la ligereza propia del cariño
y la fuerza propia de la rabia.
Te di lo que pude
sin esperar lo que pudiera.
Te vi quitándote las vendas de los ojos
y destapar un mundo nuevo,
te vi,
y ya no mirabas igual,
pero seguiste mirándome.
Sigues mirándome
y sosteniendo tus ojos atados a los míos,
y yo no sé soltarlos.
Ayuda.
Pido auxilio en el momento más apropiado,
porque no necesitaré más ayuda que ahora,
que más que estar perdida,
es que no paro de buscarme.
Foto por Mariola Trigo