Las palabras más importantes no se gritan, se susurran al oído.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Déjame escribirte

Déjame que te escriba. Los dos sabemos que si no te escribo, no eres, o mejor dicho, eres, pero distinto. Aquí en el papel soy yo quien te inventa, quien te pone o te quita más estupideces de la cuenta.

Te escribo con mirada bonita y ojos no tanto, con sonrisas solo para mí y lágrimas secas. Ahora, o en cualquier otro momento en el que gaste tinta para ti, yo te escribo y te describo con abrazos para gastar en el momento adecuado, con mirada soñadora, pero no demasiado ambiciosa, mirada justa. Te pinto valiente y sin miedos; excepto en el amor, luchador pero sin venganzas, astuto, y honesto. Impredecible en casi todo y predecible en lo mejor, en lo que siempre espero y siempre me das. Sin humo, sin fuego, sin nieblas, maquillaje o mentiras, real. Reservado para lo que debes y excesivo solo en las bobadas. Te escribo invitándome a cafés, calor y buenas tardes de cine en el sofá, prestándome tu abrigo o abrazándome para robarme el frío, patinando, bailando, jugando conmigo.

Te caligrafío con buena letra y buena perspectiva, tanto que cuando dejas de ser palabras y pasas a ser tú, tú, distinto, me tropiezo y caigo con la realidad a cuestas. Déjame que te escriba junto a mí, aquí, déjame borrarte imperfecciones y sustituirlas por caprichos, déjame escribirte como eres solo para el papel, y como eres tan solo para mí.






miércoles, 10 de septiembre de 2014

Un juego de cuerdas

Ha pasado tanto tiempo desde que le empecé a dar vueltas a todo, que ya estoy mareada. En cierto modo, parece que fue ayer cuando se hacía de noche fuera cuando ya era de noche en mis adentros, aún recuerdo tirarme como un peso muerto sobre el sofá, sin mirar el reloj o las tareas por hacer, tan solo unas imágenes en la cabeza. Recuerdo contar las líneas del tapíz rayado del sofá y mi mala elección de canciones para tratar de distraerme, intentos fallidos de desenredar el doble nudo de mi garganta. No recuerdo el día exacto en el que se ató, pero recuerdo como unos días la cuerda se tensaba más que otros haciendo que el nudo se apretase más y más, y como a veces las lágrimas acudían en un intento de aflojarlo.

Estoy segura de que no soy la única que sabe lo que es eso, estoy segura de que vosotros también sabéis lo que es sentir como si te hubieran cortado las cuerdas vocales y las hubieran atado haciendo un lazo en la garganta, dejándolas ahí, por tiempo indefinido, esperando a que algo consiga desatarlas y volverlas a colocar en su sitio. Seguro que también sabéis lo difícil que resulta escupir las palabras de tu boca cuando tu garganta se encuentra en esa situación, o como, sin quererlo rompes a llorar porque parece que gritar no es posible en ese momento.

Está claro que no puedes ver cuando se enreda o se desenreda tu garganta, pero para esto no hace falta ojos, yo sentí cómo, sin ayuda alguna de nadie, el doble nudo se desplomaba de la excesiva tensión que soportaba, se estiró hasta el extremo, y cuando ya no pudo más, en lugar de contraerse, se rasgó por la mitad, provocando una sensación de alivio momentánea. Sí, momentánea, porque he comprendido que los nudos nunca hay que desatarlos rompiéndolos con fuerza, si no desenredándolos con maña. Y tal vez esta segunda opción lleve más tiempo, pero sé que el alivio posterior será total.